miércoles, 8 de agosto de 2012

Aaron Copland, el pedagogo


Continuamos comentando a los autores que se interpretarán esta semana (viernes 10 de agosto). Ya retrocederemos para hablar de los programas anteriores, que por cierto fueron interesantísimos.
Quiero ahora hablarles sobre la faceta de educador de Aaron Copland - cuyo "Salón México" vamos a escuchar en el presente concierto de la Orquesta Sinfónica - un aspecto suyo del que yo también me beneficié personalmente (aunque, obvia y lamentablemente, jamás conocí a este gran compositor en persona). 
Si leyeron su biografía linkeada en el post anterior, ya sabrán que Copland nació en 1900 y estudió en París, de donde regresó en 1924, convertido en un músico más que prometedor. Pero, paralelamente, en 1933 inicia una fase dedicada a la pedagogía, que le lleva primero a la Universidad de Harvard y posteriormente a la Berkshire Music Center del famoso director Serge Koussevitzky, a la vez que realiza una gira por los EE.UU. como conferenciante. En 1941 es director adjunto del Centro de Música de Berkshire. 
La formación musical del público se convirtió en una de las pasiones del compositor, que escribió varios libros - todavía muy valiosos y vigentes - respecto de la apreciación musical, un tema en ese entonces aún en pañales:  "What to listen for in music" (McGraw-Hill, Nueva York, 1939),  "Our new music"  (McGraw-Hill, Nueva York, 1941), "Music and imagination"  (Harvard University Press, Cambridge, 1952), y "Copland on Music"  (Doubleday, Nueva York, 1960). De ellos, el más conocido en nuestro idioma es el primero, que con el título "Cómo escuchar la música" ha sido reeditado innumerables veces por la editorial Fondo de Cultura Económica.


"Cómo escuchar la música" es, sin duda, un gran libro, al que - como ya señalé - debo muchísimo y al cual se vuelve periódicamente, siempre descubriendo nuevos tesoros. Si lo encuentran en la biblioteca, no dejen de leerlo. Si no está, pueden ver parte de él en GoogleBooks
Echemos una rápida mirada sobre la manera en que Aaron Copland explicó el proceso de audición para el individuo que escucha música. Para él fue necesario realizar una división del proceso de audición. Estableció que todos nosotros escuchamos la música en tres planos distintos, a los que llamó: el plano sensual, el plano expresivo y el plano puramente musical. 
El plano sensual es el que se refiere al  placer instantáneo de sentirse rodeado de música, sin preocuparse de hacer ningún análisis; obviamente, este es el plano en el que la mayor parte de nosotros pone más énfasis, y es aquí donde directamente nace el gusto o el disgusto por distintos tipos de música en las personas.
El plano expresivo es el que se refiere a la percepción de un mensaje que trae la música. Es decir, este plano responde a la pregunta ¿qué comunica esta pieza?, o bien ¿qué quiso decir el compositor con esto?. Si habláramos de música popular, esta plano no poseería un peso de audición musical tan importante debido a que para la gran mayoría del público lo que quiere decir la música es simplemente lo que enuncian las letras de las canciones. Sin embargo, hablando de música clásica (o popular instrumental, en su defecto), este plano comienza a crear problemas en la percepción del público. Como el mismo Aaron Copland señala, el problema es que las personas desean que eso que la música expresa, sea completamente explicable con palabras. Eso hace que si no hay un mensaje obvio como "una tormenta", "sentimientos amorosos" o "tristeza" (por poner ejemplos), las personas no sienten que escuchan algo que "entiendan".
El plano puramente musical se refiere a la percepción de las notas en sí (sonidos) y su manipulación. Es decir, se refiere al genuino escuchar y disfrutar del manejo de los sonidos que el compositor y los intérpretes crean. Es un plano más elevado, casi técnico, donde no todo el mundo llega, pero que es el que se necesita desarrollar para disfrutar plenamente la música que llamamos "clásica".
Haciendo la diferencia entre las acciones de "escuchar" y "oír", podemos observar que el "escuchar" es prácticamente utilizar los tres planos de audición de Copland, es decir, la audición completa y profunda. Mientras que el "oír", considerado como una percepción superficial, comprende una audición enfocada al plano sensual con toques del plano expresivo. Lo que se puede concluir es que la audición musical es un asunto más complicado de lo que la mayoría piensa. Muchos piensan que "la música uno la escucha, la goza y ya"; pero Copland hace décadas ya veía este problema que atañía a todo el público y que era importante estudiar, reflexionar y explicar.
Les invito a poner en práctica estas ideas escuchando una de las obras más populares de Copland (usada en Olimpiadas y muchos programas de televisión): la "Fanfarria para un hombre común", en la excelente versión de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, dirigida por James Levine:


Esta obra - que seguramente habían escuchado, porque es super conocida - tuvo también una versión de la banda de rock progresivo de los 60s Emerson, Lake y Palmer:


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